Es clara la situación de hambre en el continente latinoamericano: cerca de 8,8 millones de niños menores de cinco años padecen hambre de manera crónica, lo que representa el 16% de la población que aún no completa su primer lustro de vida en la región y cerca de 53 millones de personas no tienen acceso al mínimo vital diario. No obstante, en un hecho de por demás irónico, la producción de alimentos en latinoamérica es tres veces superior a las exigencias energéticas de la población. Es decir que la población se muere de hambre mientras “nada” en alimentos que se degradan y desperdician en los campos.
Este hecho vale la pena considerarlo, mirarlo en detalle y desglosarlo, máxime cuando en la actualidad se ofrecen tecnologías de punta “salvadoras”, que se presentan como la solución al problema de hambre en el planeta, como lo son los organismos genéticamente modificados y la biotecnología. Quien sostenga que el problema de hambre en el planeta es tecnológico, simplemente está mintiendo.
No vamos, ni siquiera a paliar el hambre tomando como herramienta tecnologías monopolizables, centralizables y antidemocráticas, que solo favorecen a las grandes multinacionales de la mentira. Pues no se entiende, ni parece coherente, atacar desde la tecnología un problema claramente político.
